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viernes, 3 de mayo de 2013

Cuentos para pensar. El idiota y el teólogo


Cuentos para pensar. El idiota y el teólogo

Un monje zen vivía con su hermano tuerto e idiota.

Un día que tenia que conversar con un famoso teólogo, venido de lejos para verle, se vio obligado a ausentarse.

Le dijo entonces a su hermano: -¡Recibe y trata bien a este erudito! ¡Sobre todo no le digas una sola palabra y todo irá bien!

El monje abandonó entonces el monasterio.

el idiota y el teologo


A su regreso, fue a ver rápidamente a su visitante: -¿Te ha recibido bien mi hermano? –le preguntó.

Lleno de entusiasmo, el teólogo exclamó: -Tu hermano es una persona muy notable y sabia. Es un gran teólogo.

El monje, sorprendido farfulló: -¿Cómo?..., ¿mi hermano, un teólogo?

-Hemos tenido una conversación apasionante –prosiguió el erudito-, expresándonos sólo mediante gestos. Yo le he enseñado un dedo, él ha replicado mostrándome dos. Entonces yo le he respondido, como es lógico, mostrándole tres dedos, y él me ha dejado asombrado mostrándome un puño cerrado que ponía fin al debate…

Con un dedo, yo le he indicado la unidad de Buda. Con dos dedos, él ha ampliado mi punto de vista recordándome que Buda era inseparable de su doctrina.

Encantado por la réplica, con tres dedos, yo le he dado a entender: Buda y su doctrina en el mundo. Entonces él me ha dado esta réplica sublime mostrándome su puño: Buda, su doctrina, el mundo, forman un todo. A esto se llama rizar el rizo.

Algún tiempo más tarde, el monje fue a ver a su hermano tuerto: -¡Cuéntame lo que pasó con el teólogo!

-Es muy sencillo dijo el hermano-. Él me provocó mostrándome un dedo para hacerme observar que yo no tenía más que un ojo. Al no querer ceder a la provocación, yo le replique que él tenia la suerte de tener dos. Se obstinó, sarcástico: De todos modos, sumando los de los dos, hacen tres ojos. Fue la gota que colmó el vaso. Mostrándole mi puño cerrado, le amenacé con dejarle tieso en el acto si no ponía fin a sus malintencionadas insinuaciones.


_ . _ . _


Esta historia refleja perfectamente el tipo de conversación que tenemos entre nosotros. Creemos hablar de lo mismo cuando, en definitiva hablamos de cosas diametralmente distintas. Discutimos de una manera apasionada, creyendo comunicarnos claramente con el otro, pero, a fin de cuentas, no hablamos de nada. Cada uno habla de si mismo.

"El idiota y el teólogo" del libro El dedo y la Luna de Alejandro Jodorowsky

1 comentario:

  1. Este cuento es un plagio de otro cuento, concretamente del Conde Lucanor.

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